No es que sea el objeto más novedoso del mundo, pero sí algo que me apetecía hacer desde la primera vez que lo vi. Lo apunté en la lista y ahí se quedó, total tenía muchísimo tiempo hasta que mis primitas la necesitaran... ¡Pues no! En contra de lo que yo pensaba, a los niños no se les caen los dientes hacía los siete años, no, pueden empezar a los cuatro como en el caso de la Princesa. ¡Y así me pilló Paco con las rebajas!
Con el segundo diente en movimiento, dejé de lado lo que tenía previsto, y me puse a hacer las puertas del Ratoncito Pérez, una para la Princesa y otra para la Pirata (tarde para la primera, con muuuucho tiempo para la segunda).
Lo primero era comprar las puertas. Estas en concreto, son de un chino; las vi un día de casualidad, luego me acordé de ellas y allí que me fui a buscarlas. Al encontrarlas tiempo que gané, porque la otra opción era comprarlas en alguna web de manualidades, y eso seguro iba a tener su tiempo de espera por el envío... ¡Y las quería para ya!
Bueno, pues ya en casa, como no tenía muy claro cómo iba a decorarlas, esparcí por la mesa todo tipo de materiales: lazos, cintas, botones, telas adhesivas, hilos... vamos, que dejé la mesa bonita... Y en medio de ese maravilloso caos, me puse manos a la obra:
Comencé desmontando la puerta, que tenía dos partes; pensé en hacerla de forma que pudiera abrirse con alguna bisagra o algo así, luego lo medité un poco más y me di cuenta de que me iba a meter en un lío bueno, así que, la parte trasera la guardé para futuras manualidades. Quedándome con la delantera, le quité el plástico de la ventana, el cual me sirvió de guía para cortar el trozo de goma EVA (Ethylene Vinyl Acetate... que no es por ir de guay, sino que lo acabo de mirar para saber por qué narices se llamaba así...) que iba a colocar ahí. Pues eso, se marca se corta y se pega.
Le pegué después una cinta color aguamarina (cómo me gusta este color, no se nota nada, ¿eh?); era una cinta tipo imitación de cuero muy práctica, y que se pegó perfectamente. Por cierto, ¿apreciáis el brilli-brilli de la goma EVA? es que es mágica...
Me centré después en la guirnalda, que no os la voy a enseñar, pero su primera versión estaba hecha con telas adhesivas... quedó tan fea, que se fue a la basura directa. Opté por los washi tape para la segunda (sí, hombre, estas cintas que algun@s usan casi hasta para decorar el papel higiénico...) La verdad es que esta vez fue mucho más sencillo: se cortan varios trozos, se pegan al hilo, y por último se cortan con forma de pico. La situé sobre la puerta allí donde iba a colocarla y la pegué al lateral con otro trocito de washi (tampoco es que importara mucho, iba a taparla después...)
Toca ahora hacer el cartel: la primera idea fue hacerlo a mano, para que fuera más personal, pero después de varios intentos y pérdida total de la paciencia, encendí el ordenado... y así quedó mucho más mono y legible (¡que hay días que ni yo misma entiendo mi letra!) Eché mano del washi otra vez para pegarlo sobre la misma cartulina en la que imprimí el nombre (¡ah! que pone Señor Pérez, para quien no lo entienda) Se recorta el nombre, se pega con celo de doble cara sobre el washi, se recorta todo junto... ¡y a la puerta!
Se coloca en el lateral más washi, esta vez uno dorado con brilli-brilli (ojo, ya veréis más adelante que es la parte más importante de la puerta, jeje...). Pegué después un botón a modo de pomo, en negro, para darle un poco de contraste y que quedase menos ñoña (que lo es, ya lo sé; por cierto, también aquí hice varias pruebas que tampoco os voy a enseñar, jojo). Por último, buscando un poco más de color, le pegué a la base un palo de estos de médico (ya sabéis, aquellos con los que te miran la garganta y que según los ves, ya te empiezan a dar arcadas; igual esto solo me pasa a mi...) que estaba teñido de fucsia. Y con esto, ya tenía una puerta; me puse con la segunda, cuyo montaje fue bastante más rápido, porque ya tenía claro cómo iba el asunto...
Finalizado el trabajo, me fui a airearme, porque tanto jugar con el loctite, llevaba un pedo tremendo (me pasa con el pegamento, y con los rotus con base de alcohol también... ¡una pena!)
Finalizado el trabajo, me fui a airearme, porque tanto jugar con el loctite, llevaba un pedo tremendo (me pasa con el pegamento, y con los rotus con base de alcohol también... ¡una pena!)
Pero no debí de tener suficiente, porque al día siguiente se me ocurrió que podía hacer también una tarjeta de presentación, con instrucciones para las niñas y para los padres, que nunca están de más... Lo que pone en castellano se lee bastante bien, así que solo traduzco lo escrito en euskera para quien no lo entienda:
PUERTA DEL RATÓN PÉREZ (que lo he subido de categoría...)
Deja en el saco el diente caído, y a la noche,
cuando estés dormido,
cruzaré la puerta mágica y lo cambiaré por un regalito.
Hice una bolsita con fieltro también, y al acabarla caí en la cuenta de que el diente iba a caber perfectamente, pero que las monedas de 2 euros por ejemplo, como que iban a tener problemas de espacio (ni os cuento si tenían la suerte de recibir un billete), así que me fui otra vez al chino y compré estas bolsitas tan monas; como venían unas cuantas, tengo reservas para cuando las vayan perdiendo...
Hice los paquetitos tan monos que veis en la imagen (a falta de confetti, metí lentejuelas) y me acerqué al parque. Se las di y alucinaron, pero como no tenían muy claro cómo funcionaban, sacamos una y la colocamos en una columna. Y así les expliqué que la parte dorada brillante que tocaba la pared era la parte mágica de la puerta, que una vez estaba pegada, cuando el Ratoncito Pérez se enterara de que se les había caído un diente, sacaría su llave mágica, el lateral se encendería y entraría por ella. Alucinadas y emocionadas me miraron las dos, ¡tenían una puerta mágica!
Pero la Princesa todavía tenía sus reservas, después de todo, a ella ya se le había caído un diente, y el Ratoncito había estado en su casa para dejarle el regalo. Entonces le dije que, unos días después, me había encontrado una nota de él y que me pedía que les hiciera las puertas, porque le había costado mucho entrar, y que me dejaba la cinta mágica para eso. Bueno, bueno, bueno, después de esto, que sepáis que soy la mejor prima-tía del mundo mundial (me temo que cuando crezcan y se acuerden de la bola que les conté, seré la más mentirosa... pero hasta que llegue el momento, ¡llevaré mi título con orgullo!)
Pero la Princesa todavía tenía sus reservas, después de todo, a ella ya se le había caído un diente, y el Ratoncito había estado en su casa para dejarle el regalo. Entonces le dije que, unos días después, me había encontrado una nota de él y que me pedía que les hiciera las puertas, porque le había costado mucho entrar, y que me dejaba la cinta mágica para eso. Bueno, bueno, bueno, después de esto, que sepáis que soy la mejor prima-tía del mundo mundial (me temo que cuando crezcan y se acuerden de la bola que les conté, seré la más mentirosa... pero hasta que llegue el momento, ¡llevaré mi título con orgullo!)
Para terminar, aquí os dejo algunas fotos que hice de una de las puerta en diferentes paredes de mi casa y de las de mis padres; mí madre me miraba como diciendo 'vaya pedrada que tiene la pobre', pero anda que no me los pasé bien...
No descarto hacer más puertas, son entretenidas de hacer y además pueden ser un buen regalo.
Nos vemos...
No descarto hacer más puertas, son entretenidas de hacer y además pueden ser un buen regalo.
Nos vemos...
M..
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